Detrás de las huellas: Un venezolano que aporta a la educación y al corazón
El doctor Alejandro Sánchez es cardiólogo hemodinamista de 38 años, nacido y formado en Venezuela. Tuvo que emigrar en busca de un mejor futuro. Se radicó en Bucaramanga, ciudad que según él lo eligió, y desde hace siete años custodia los corazones bumangueses, además de formar a los futuros médicos.
Con una tímida sonrisa, Alejandro Sánchez recuerda su llegada a la ‘ciudad bonita’. Tuvo que dejar atrás su natal Caracas para comenzar de nuevo, en un país diferente. “Yo digo que Bucaramanga, a bien me eligió a mí”, menciona. En octubre del 2014 tomó una de las decisiones más importantes de su vida. Esa que lo hizo dejar atrás familia, amigos, colegas, conocidos y aventurarse a una vida en la capital santandereana. Llegó solo, y cuando se asentó, trajo a sus dos padres consigo.
“Decidí emigrar por la situación política, económica y social de Venezuela. Con toda la tensión que había en esa época, ya había comenzado a haber escasez en productos de la canasta familiar. Había mucha delincuencia, mucha corrupción, tuve amigos médicos que fueron secuestrados. Uno de ellos sufrió heridas por arma de fuego y tuvimos que atenderlo en el hospital donde trabajábamos”, afirma Sánchez.
Una nueva posibilidad
Alejandro es egresado de la Universidad Central de Caracas, médico internista de la Universidad Central-Hospital Universitario de Caracas. Cardiólogo y Hemodinamista del Instituto Dante Pazzanese, de São Paulo, Brasil. Miembro de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna, Sociedad Venezolana de Cardiología, Sociedad Venezolana de Cardiología Intervencionista, Sociedad Brasilera de Cardiología y de la Sociedad Brasilera de Cardiología y Hemodinamia. Con sus años de experiencia tuvo la oportunidad de hacer parte del Instituto del Corazón de Bucaramanga, y sin dudarlo la aceptó.
“Recibí una propuesta de trabajo a través del doctor Héctor Hernández y el Instituto del Corazón de Bucaramanga. En ese momento yo me encontraba trabajando en Venezuela y tuve la oportunidad de conocerme con el doctor Hernández en un evento internacional de cardiología intervencionista. Ahí empezamos a hacer el contacto y posteriormente terminaron haciéndome una propuesta. Cuando vine a la entrevista y conocí la ciudad, quedé enamoradísimo de Bucaramanga y no lo pensé dos veces en venirme”, recuerda con melancolía.
Así pues, Alejandro empacó su estetoscopio, sus ilusiones y sus ganas de servir. Viajó 1.040,7 km hasta la ‘ciudad de los parques’ y comenzó su camino en el Instituto del Corazón, en donde sigue trabajando. Actualmente cumple labores como cardiólogo clínico intervencionista dentro del Instituto del Corazón de Bucaramanga, que a su vez tiene sede en la Clínica Foscal, Clínica Foscal Internacional y en la Clínica Chicamocha. Ofrece servicios de consulta de cardiología y también hace procedimientos de intervencionismo en cardiología intervencionista. Adicionalmente, hace tres años es profesor de posgrado de medicina interna en la Universidad Autónoma de Bucaramanga.
Alguna vez fue juzgado por su acento. Uno que otro paciente se incomodó con su nacionalidad, pero eso nunca fue un obstáculo para Alejandro, quien sigue con el deseo de aportar a la salud colombiana y la educación de los internistas ‘cafeteros’. “Cuando yo me vine no se había detectado tanto la migración en masa de venezolanos a Colombia, entonces al principio era algo como extraño que un venezolano estuviera por acá en la ciudad y hubiera llegado un médico venezolano porque no estaban acostumbrados, o no se había visto eso. Al principio realmente la receptividad y la acogida por todo el personal desde el punto de vista médico y todos mis compañeros de trabajo fue fantástica. Me sentí desde el primer día como en casa. También fue muy fácil adaptarme a la ciudad, acá se vive sumamente bien, la gente es muy amable y se tienen muchas costumbres muy similares a las de Venezuela”, afirma.
Un proyecto de vida diferente
Nunca es fácil dejar la comodidad de lo que ya se conoce, eso lo tiene claro Alejandro y todos los que alguna vez emigraron. Sánchez cambió la dirección de su vida. Replanteó sus objetivos, metas, propósitos y plantó raíces en Bucaramanga. “Yo creo que eso forma parte del proceso de migración. Era un cambio totalmente necesario porque yo estaba consciente de que era difícil un futuro en Venezuela de acuerdo a mis expectativas”, sostiene haciendo una mirada al pasado. Siete años después se detiene a analizar y concluye que fue algo positivo, ya que hoy en día se siente contento y satisfecho, califica haber migrado como la mejor decisión que ha tomado en su vida.
Ahora, como residente colombiano, ha vuelto a su país en distintas ocasiones para temas de papeleo, y guarda en su corazón la belleza de los paisajes venezolanos y la tenacidad de su gente. Está convencido de que va a quedarse en Bucaramanga…“¿para siempre? para siempre es una palabra tan grande y después de mi experiencia en Venezuela, donde yo creía que iba a vivir para siempre, he aprendido a ser un poquito más cauteloso”, afirma entre risas.
En palabras simples, no tiene un proyecto para irse de Colombia. Se visualiza en el futuro desarrollándose, dándole todo el aporte a la Fundación Cardiovascular de Bucaramanga y al sistema de salud colombiano, contribuyendo a la formación académica de residentes de posgrado de medicina interna y también en la formación de los diferentes médicos hospitalarios con quienes tiene contacto en las clínicas Foscal y Foscal Internacional.
“Para nadie es fácil migrar… nada más bonito que apoyarnos”…
Cuando se le pregunta por la xenofobia se quiebra su voz y mantiene una posición firme: “Mi invitación es a que seamos inclusivos porque la mayoría de los venezolanos que venimos a Colombia queremos aportar, construir, ayudar a que este siga siendo un país hermoso con progreso”. Sánchez sostiene que las circunstancias de vida pueden cambiar en cualquier momento, y no está bien rechazar a personas de otras nacionalidades solo considerando una situación actual.
“Para nadie es fácil migrar. Cuando uno toma la determinación hay muchas cosas de las cuales se tiene que desprender, hay muchos miedos a los que uno se tiene que enfrentar y realmente es una decisión muy difícil. Solamente la persona que emigra sabe la condición de vida que la obliga a tomar esa decisión. Nada más bonito que, como hermanos, apoyarnos, extender una mano amiga en la situación difícil de cuando uno está haciendo esa transición del proceso migratorio “, agrega.
Con la sonrisa que lo caracteriza, desde el quinto piso de la clínica Foscal Internacional, Alejandro Sánchez observa la ciudad que lo acoge desde hace tanto tiempo. En su corazón está el deseo de seguir cuidando el de otros. En su mente está la idea de trabajar de la mano con profesionales colombianos, compatriotas venezolanos, y con cualquier persona que tenga interés de aportar, sin importar su país de nacimiento. Hace un llamado a ver la migración como algo positivo. Un ‘fenómeno’ que puede aportar, enriquecer, ofrecer otras alternativas, conocimientos y puntos de vista.